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Estadio Nacional de Santiago de Chile Jueves 2 de abril de Gn 1, Se que son éstas las aspiraciones de los jóvenes chilenos y por ello doy gracias a Dios. He leído vuestras cartas y escuchado con gran atención y conmoción vuestros testimonios, en los que ponéis de manifiesto no sólo las inquietudes, problemas y esperanzas de la juventud chilena en las diversas regiones, ambientes y condiciones sociales.
Es cierto: nuestro mundo necesita una profunda mejoría , una honda resurrección espiritual. Existe Chile, pero existe también todo el mundo; existen tantos países, tantos pueblos, tantas naciones que no pueden morir. Se debe rezar para vencer la muerte. El es la vida; El es la verdad; El es la camino. Deseo recordaros que Dios cuenta con los jóvenes y las jóvenes de Chile para cambiar este mundo. El futuro de vuestra patria depende de vosotros.
Estad dispuestos, animados por la fe en el Señor, a dar razón de vuestra esperanza. Vuestra mirada atenta al mundo y a las realidades sociales, así como vuestro genuino sentido crítico que os ha de llevar a analizar y valorar juiciosamente las condiciones actuales de vuestro país, no pueden agotarse en la simple denuncia de los males existentes.
En vuestra mente joven han de nacer, y también ir tomando forma, propuestas de soluciones, incluso audaces, no sólo compatibles con vuestra fe, sino también exigidas por ella. Sí, Jesucristo, muerto, Jesucristo resucitado es para nosotros la prueba definitiva del amor de Dios por todos los hombres. El corazón de Cristo, que se conmueve ante el dolor humano de ese hombre y de su joven hija, no permanece indiferente ante nuestros sufrimientos.
Cristo nos escucha siempre, pero nos pide que acudamos a El con fe. Humanamente ya no había remedio. Todos los gestos y las palabras del Señor expresan ese amor. Estas palabras profundamente reveladoras me llevan a pensar en la misteriosa presencia del Señor de la vida en un mundo que parece como si sucumbiera bajo el impulso desgarrador del odio, de la violencia y de la injusticia, pero, no.